sábado, 24 de octubre de 2009

¿Quién será capaz de negar que envidia tus cielos, Tecate?

A Tecate comencé a amarle el día en que acepté que jamás podría escapar de él.
Daimary Moreno

Me han peinado la patria

La lámina corta
engangrena
marca
mata y sangra.
La lámina desgaja
destaza
lacera
despelleja
y
desgañita.
Quiebra
divide
limita.
Qué dolor
qué trabazón
qué cuita.
Verte amputada
dolorosa
y
callada,
patria cercenada.
Daimary Moreno

viernes, 11 de septiembre de 2009

Ciudad bulimica


Si quiero tu frente

ocupo nombrarte.




Si quiero que me andes

y andarte

dejar de ser huella

devenir presencia,

ocupo nombrarte

mirarte.



Me da risa

otras envidia

que no me quieras como al encino

que no hagas de mí lo que con la uva, la granada o el higo.


Me duele que me deglutas

pensar que si entro regurgitas.




Ámame como a tus locos

hazme presencia

ciudad sin lindes.

Pequeña mocha

que coge con velo.




Te llevo dentro

paseando a ritmo acompasado

y lento.


Ciudad de desquicios

ciudad de cuento

ciudad de vacíos

ciudad neurótica.
Mi espejo.




Daimary


viernes, 4 de septiembre de 2009

Que desazón turbado

Ilustrado por Jim Norris


Te nombro y existes

callo y existes.


Qué desazón

qué turba.


Qué copiosa ansiedad que no resuelve

su ser indeseable

su ser apostador

su ser paliativo.


Devenir en nubes

devenir en canto entrecortado

devenir en pasos tímidos

devenir en sones arrítmicos

devenir es ya ser, devenir es algo.


Vacío fructífero

cuerpo perenne

comezón de energía circulando.
Daimary


domingo, 30 de agosto de 2009

Los obesitos

Los hijos de la familia que surtía de morbo al fraccionamiento eran conocidos por la mayoría como "Los obesitos". Qué delicia era ver a esas tres criaturitas regordetas chapotear en la diminuta pila del parque. O intentando torpemente escalar la tapia de la casa de "Don Ernesto" el carnicero a pesar de saber que, sus carnes hacían de toda faena que precisara esfuerzo físico, irremediable empresa perdida. Cómo nos divertíamos. Eran como tres ilusas pelotitas intentando ganar la altura que les permitiese rebotar y acurrucarse entre las delicias que Don Ernesto acostumbraba dejar mosqueando en el tendedero de su patio trasero.

Continúa...

viernes, 28 de agosto de 2009

Hoy Dios me cerró la puerta


Se cierra.
Mil y un pajas se cierran.

Un paraguas en plena tormenta se cierra
un iglú se cierra
la puerta se cierra.
La cerramos.

Cierro las hojas,
el árbol se cierra,
el árbol se seca.

El árbol que planté se marchita.
El árbol se agujera
se quiebra.

Las cerraduras se cierran
los clósets se cierran
los frutos maduran
y el manzano se cierra.

Se cierra,
la calle se cierra.

Las linternas se apagan
y el mundo sabe diferente
me sabe diferente
nos sabemos distintos
cómplices sorteando abismos.

El cielo también se cierra
las nubes lo cierran.
La tarde se me cierra
la hoguera se me apaga
la tierra me aborta.

Hoy Dios me cerró la puerta
y no atiné más que fingir y darme media vuelta.

Hoy toqué con decisión,
hoy pisé tan fuerte la tierra,
hoy sacudí de tal manera la estera
que sin darme cuenta ya era otra
sin ton ni son de familia.

Hoy andando a tientas y casi por error
sentí mi cuerpo
mi corazón se abrió.

Daimary

martes, 25 de agosto de 2009

Derrumbe


Soy cuerpo que encuentra división
Soy cuerpo escindiendo; escisión.

Hoy soy luz que deviene sombra
hoy soy sombra que deviene luz.


Hoy goce,
derrumbe de nervios.


lunes, 24 de agosto de 2009

Niñitos





No ofrezcas cuerpo me decía mi madre. Tu alma es grande, la forma y amplitud de tu pecho me lo informa. No comas carne, nada de tortilla, ni frijoles. Nada tampoco de mantequilla. A la cadera se le hincha el ego y no habrá caminar de intrínseco contoneo que no devenga piropo grosero. Pero a mi me gustaba mi cuerpo, me gustaba la curva que sin aviso hacía camino por las costillas, saltando de hueso en hueso, flirteando ombligo, guiñando senos.

Qué empecinada mujer de modal agreste era mi madre. De mirar seguro, de cerrazón. Ella y su reyerta. Ella y su zigzaguear de humores, ella y su encenderse en líos. Recuerdo a la Luisa diciendo: ya cambiará, ya cambiara. Cada que le llegaba yo trabada en llanto por algún aire desentonado salido de la boca de mamá, al cruce de lotes en que solíamos encontrarnos. Y no se equivocó, la vieja cambió. Qué boquita de profeta la de la Luisa. Qué astuta muchacha.
El tiempo ha pasado, la postura, la voz y el andar reacio los ha perdido pero no la mirada. La Luisa desde chamaquita es de mirar tan fuerte que nomás de verla le viene a uno severo dolo sin aparente causa.
La Luisa y yo de chamacas éramos reinsinuadas. Todo acentuábamos. Falda justita, justita. Cabello largo, largo, gustoso de rozar con sus puntas el revés de la rodilla. Maquillaje con garra. Guinda, rosa, azul, naranja y morado. Nos gustaba el perreo. El pirujeo sabroso. Desinhibido. Èramos un par de provocadoras. Qué tiempos aquellos, qué ganas de esos vientos. De tentar una y otra vez con las yemitas de los dedos mi rostro cubierto.


Continúa

martes, 18 de agosto de 2009

Derrumbe

Te cuido
con qué gravedad te cuido;
con un cuidado desentendido.



Te cuido
con qué gravedad te cuido;
con un cuidado que olvido
con un menear de vicios.


Te cuido

con

qué

tensión

te

cuido.


Con qué empecinamiento te cuido

Con qué alucín

Con qué extravío

Con qué diapasón

Con qué ritmos


Con qué ganas de escaparate te cuido

con qué insolencia

con qué derrame.


Qué descaro

qué desfachatez

qué falta de juicio

qué anacronismo.



Qué incoherencia este cuidado con que procuro

evitarte desgastes

miedos

vacíos.


No escapo

este cuidado es inaudito

insalubre

indocto.
Daimary Moreno



miércoles, 29 de julio de 2009

María, Sergio,vacas, tractores y avestruces

No dejaba de mirarme. Por algún motivo que, desconozco, decidió acercarse y pedirme como único favor le permitiera colocar una diminuta y engomada vaquita de plástico sobre mi rodilla derecha. Una vez puesta sobre mi piel, Sergio, no dejaba de verla; las pequeñitas y negras manchas de aquella que hasta entonces había sido su vaca le enajenaban. Años después, Sergio me diría: María, todo sobre el otro parece de un distinto, de un ajeno, que hasta me parece mentira que no eres tu si no yo a quien de frente observo; yo con algo de campesino frustrado, yo con conservas añejas, yo con overol, yo con cuña y después con tractor.

Hoy pienso que por aquel entonces, Sergio, no se percató de que mientras observaba ensimismado al animalito, yo me maravillaba con el par de avestruces gregarias que invadían sus cejas. Por ello aquella absurda gana de escabullirse recorriendo frases que a juicio suyo sugerían un vaho de intelectualidad. Detalle que seguramente consideró yo le aplaudiría.

Después de permanecer por más de 5 minutos observando una vaca rodeada de rodilla lacerada y amarillenta, Sergio, se despidió de dudas y buscó acomodo en mi vientre. Yo le hallaba algo de hijo, algo de hermano, algo de padre, primo y tío a la vez; fueron quizá esas ganas de pertenezco, de cercanía o de saberlo más que cuerpo, las que en aquellos tiempos me permitieron gozar el peso de su aureolada cabecita sobre mi vientre yermo.

Resolví desatarme el listón con el que por aquel entonces solía sosegar esa larga y abundante cabellera de cuya belleza, seguramente, Sergio se ensortijó. Qué lejos estaba en aquel entonces de imaginar lo que provocaría aquella breve y rosada extensión de tela. Intempestivamente un color y olor a entraña invadió el pequeño y verde asiento en que Sergio y yo permanecíamos medio sentados, medio uno encima del otro. Uno buscando madre, otro algo en el acomodo de una dentadura pequeña, blanca y alineada. El listón calló abruptamente de mi mano izquierda; acudió con premura al ovalado ombligo de Sergio y sin titubeos, sin el menor recato, aquello se convirtió en un continuo entrar y salir no de la piel, ni de los huesos, si no de lo que existe en medio. Unidos por algo que tenía menos de listón que de cordón umbilical, Sergio y yo partimos en aquel autobús sin rumbo, mente vacía, corazón lleno, resueltos a encontrar y romper aquello que 60 años construyeron.

Decidimos no callarnos nada, agarrar las palabras por los cuernos y esforzarnos por complacer al otro en todo lo que éste precisara. Cumplimos. Él fue el primero en pedir: se mi amante. Acepté. Yo: se mi padre. Aceptó. Aunque de manera ficticia la relación algo tuvo de incestuosa y, debo aceptarlo, también de estupro; por aquel entonces era un niño, y cuando digo niño lo digo en toda la amplitud que dicho significante puede abrazar. Su apariencia era como esos bellos anillos que modifican su color según el estado de animo de quien los porte; Sergio era así. Hubo días en que me pareció un hombrecito de tres años pertrechado en la ilusión de que agregándose un año de vida me conquistaría. Sin más, Sergio y yo nos desprogramarmos, le dimos la espalda a las convenciones y yo abusivamente le permití morir en mis brazos.

Continuará







Daimary

domingo, 12 de julio de 2009

Estos días

En el cerro hay dolor
una mujer murió.
En el cerro hay dolor
el cuerpo de La Chora les abandonó.
Ha lo lejos la nieta llora
ha lo lejos también llora el tambor.
Flecha es puro canto
yo puro espectador.
Auguro un mirar sin velo
auguro desolación
al indio le apagan la vela
y llega el hombre con su farol.
Daimary

sábado, 11 de julio de 2009

Estos días

Hoy fuiste canto
y por ti habló el tambor.
Hoy fuiste tierra que tus piernas talló.
Daimary

sábado, 4 de julio de 2009

Estos días

De los incrédulos
nacerán raíces.

De los que ocupan
bombo y platillo
de los que no saben
qué ritmo sigue el grillo.

En los incrédulos había de perderse el olvido
de sus hombros resbalar la cordura
espalda que cargas
más que piedra
más que
yunta
que unta
lo que traza
y se oculta.


Estos días

Y como buen caso
le hago al rumor...
No callo.
Daimary

Volviendo al padre

Dime dónde tu abrazo
dónde el resguardo
dónde esta alma que padece a cada paso.
Dónde el agua
dónde tus sueños
dónde tu calma y tu voz.
Dónde tu risa.
Dónde tu brazo
tu mano
y tu boca.
Dónde tus ojos.
Qué tienen las calles
qué las esquinas
qué las banquetas
los puentes
los focos y las botellas.
Háblales de mí
platicame de su aliento
dime qué les pregunto
qué les robo
de qué me disfrazo
a qué le juego
qué te ofrezco.
Cómo aniquilar el tiempo
quiero servirte de asiento.
Dónde tu carne padre
dónde el espacio entre paso y paso
donde tu y yo perdidos en abrazos.
Daimary

Estos días

Mi vanidad obscura
el deleite del verbo hecho sexo.
Fluidos articulados
cabeza que encuentra ala y ya se pierde en el vuelo.
La carne se eriza en sustantivo
sangre alborotada que se viene a cada adjetivo.
Pasión mal vivida
pasión a distancia
pasión sin cuerpo.
Brújula rota
roce de vocales y consonantes
no logro tu tacto
pero ya sé a qué huele y sabe tu sexo.

jueves, 28 de mayo de 2009

Aquel al que nada humano le es ajeno.

Siguió el paso que el aleteo de sus manos le indicó. Compró lo que no se vende. Observó. Bebió lo que nadie bebe. Sintió. Amó lo que nadie ama. Rozó. Dijo lo que nadie dice. Escuchó. Besó lo que nadie besa. Deseó. Tocó lo que nadie toca. Soñó. Escuchó lo que nadie escucha. Entendió. Creó lo que nadie crea. Respetó. Padeció lo que nadie padece. Agradeció. Palpó lo que nadie palpa. Cambió. Rió de lo que nadie ríe. Gozó.
Observó lo que nadie observa y ahí encontró. Cantó lo que nadie canta en una dialogía de voces altas y bajas, dulces y ásperas. Gritó lo que nadie grita para que lo escucharan. Sembró lo que nadie siembra para que observaran. Pisó lo que nadie pisa para que confiaran.
Y a todos y a nadie observaba. Los otros ungidos en una misma mirada. Vibrantes lo ojos. El alma casi muerta, casi nada. Con el último nervio irguiéndose en la mano. Con el último asomo de vida descarriada. Sin precisar llanto y palabra. Se incorporó...
Compró al que nadie compra. Dio de beber al que nadie atiende. Amó al que nadie ama. Habló al que nadie habla. Besó al que nadie besa. Tocó al que nadie toca. Escuchó al que nadie escucha. Padeció junto al que todos ignoran. Palpó al que nadie palpa. Rió con el que nadie ríe. Observó al que nadie observa. Cantó al que nadie canta. Gritó al que nadie grita. Pisó con los que nadie pisa. Probó con el que nadie prueba. Sembró con el que nadie siembra.

Sintió el mundo amplio. Fue feliz

Daimary

martes, 26 de mayo de 2009

Antología de microcuentos


Pues ya está lista la Antología de microcuentos en cuyo contenido se puede encontrar parte de mi trabajo. Recién la ojeo y encuentro gente muy talentosa como Víctor Antero Flores Zertuche. Ya me encargaré de hacer una presentación oficial en Tijuana y Tecate. Les aviso.

sábado, 28 de marzo de 2009

Improntas

No conozco tu piel
ni tus manos
ni tus pies.

No conozco el cristal
Ni tu almohada
Ni la tierra que esconden tus plantas
Ni el castañear de tus dientes
Ni ese cuerpo deshollado
deshabitado
que te empeñas en abandonar cada cierto rato.

No conozco el abrazo
brazos encorvados queriendo acabar con el espacio.
No sé nada de tu risa
nada de la impronta de tu andar irregular.

Nada de tí sé prisma de mi ser
agujero de columpio
biberón vacío
sequedad de las vías
alaridos nocturnos
rostro de espanto
carcajada de buitre
mueca de hiena
ala de cuervo
chillido de gata en celo
ojos de cerdo
mirada en fuga constante
pena varada
alma que no se resigna a ser del aire
manos que quieren tener padre.
Hécate

miércoles, 25 de marzo de 2009

El lenguaje es una piel: yo froto mi lenguaje contra el otro. Es como si tuviera palabras a guisa de dedos, o dedos en la punta de mis palabras. Mi lenguaje tiembla de deseo.
Roland Barthes

lunes, 16 de febrero de 2009

“La metáfora escamotea un objeto enmascarándolo con otro, y no tendría sentido si no viéramos bajo ella un instinto que induce al hombre a evitar realidades.”
Ortega y Gasset

jueves, 12 de febrero de 2009

Alzheimer

Para Jorge y Elvia
No tiene caso especular
aquella noble mujer basta.
No tiene caso especular el grosor de su alma
la tonalidad
lo blando o duro de sus contornos
si era pegajosa, yerma o parca.
Aquella noble mujer basta.
No tiene caso especular si le hacia el amor o si para él
un acostón bastaba.
No vale la pena hablar de los años en que enojo se escribió con j
ni de que el aceite en cantidades grandes hace daño.
No tiene caso recordar que gasté su rostro de tanto mirarlo
con la esperanza de que por el rabillo del ojo un trozo de alma se le escapara.
Aquella noble mujer basta.
No vale la pena recordar su vocación de molesto consejero,
sus rutinas, el aceite en sus frijoles,
la comida,
los ojos de paloma,
los chismes de familia.
No tiene caso especular ahora que la muerte
cualquier día de estos le atrapa,
ahora que la mirada de un perro dice más que su vista desviada,
ahora que ha olvidado que habla, que sus pies son sus pies y que hay gente que le ama.
No tiene caso especular ahora que el mundo le rebasa
ahora que nada en su habitación falta.
No tiene caso especular aquella noble mujer basta
para saber que un hombre bueno recostado en una cama
no logra atinar los mecanismos que le coloquen en retirada
olvidando que cuando deja de latir el corazón,
el cuerpo no avanza
y uno cabizbajo
trastabilla
y se marcha.
Hécate

domingo, 21 de diciembre de 2008

Aire

Profunda inercia
la de mi pulmón y el aire
habrías de ver la entrega
la fiel correspondencia.

Hécate


jueves, 4 de diciembre de 2008

El suyo, suerte de mal padre
El mío, suerte de mala hija
El de ambos, cárcel de espacio y tiempo

Y le dejé sobre su fango y mi fango
y no conforme le escupí el rostro
y de ser fuerte le hubiese golpeado
y de tener fuego lo hubiese quemado
y de tener puñal lo hubiese lacerado
y de tener la muerte en la bolsa del mandado se lo hubiese entregado
y de tener perros hambrientos se los hubiese arrojado,
nos lo hubiésemos tragado completo
cuero cabelludo
piernas
hígado
corazón
y venas.

Mas si yo realmente me hubiese acercado
ninguna otra cosa hubiese atinado a ser
que su bastón
su perro
su sillón
su alcohol
su alimento
su voz
su fuerza
su trapo
sus órganos
su cuerpo
su alma
su droga
su mente.